sábado, 1 de abril de 2017

De otra era

Era de otra era,
de pezones perforados 
y tatuajes decodificados.

Mejillas retocadas por el kolinsky más fino,
pestañas rizadas con la cuchara repostera de plata;
rabiosas y elegantes,
como un felino que seduce,
rasga con las garras de su mirada
y luego muerde.

Quizá ella no me recuerde,
pero yo no la olvido,
sentada, ahí, con una rosa marchita en la mano
a la orilla del quicio en que aterrizó mi ego herido.
Con una kloster, 
que a la luz de la vecindad compartimos.

Era de otra era,
con ligueros bien sujetos y broche de baquelita,
que agrietaron a mis caninos, 
en un encuentro cara a cara.
Una escena muy rara
a los ojos de la anciana
que nos espiaba por una ventana,
en aquel remanso de una entrada.

Aun tengo rastros de una frase suya,
arañada en mi espalda,
con la ortografía furiosa de su mirada.
Te la enseñaría, 
pero temo que al verla se gaste
y así perder lo único que conservo de ella,
además del anillo de fantasía que dibujó en mi cama.



Foto por Ojo Errante