viernes, 31 de marzo de 2017

Tu cruz de piedra

Llegué a tu cruz de piedra
maldiciendo a contra luz,
tu silueta, contorneada bugambilia;
qué sería de mi y de tu vigilia,
sin tu sombra sosteniendo mi ataúd.

Pasando por la esquina de tu casa
huelo el humo que de tus labios huyó,
tembloroso, sospecho, se aproxima,
porque sabe que esta herido como yo.

Navegar en ti y salir huyendo
ha sido siempre tu rúbrica mi amor.
Sin embargo, compartimos tu ventana
de lágrimas, cenizas y dolor.

Llegué a tu cruz de piedra
maldiciendo a contra luz,
tu figura, dibujada como daga,
detrás de ti y la noche que no embriaga
como un beso por correo que no llegó.

Pasando por la esquina de tu casa
un hombre cabizbajo me sonrió,
sería de ti, intuyo, un verso nuevo
que tu firma sobre mis ojos notó.

Navegar en ti y salir huyendo
ha sido siempre tu rúbrica mi amor.
Sin embargo, soy yo quien está libre
de lágrimas, remiendos y tu cruz.




Foto por SaVáz





martes, 28 de marzo de 2017

Psicóloga

Hay charlas incómodas como esta hoja de atrás,
como las ideas imprudentes que debieron callar,
como mocasines lustrosos asoleados del verano,
como las sandalias heladas en la navidad.

A veces parece que uno sólo debe encararlas,
escuchar y escuchar con mirada fija.
El problema emerge cuando se trata de sílabas,
enmudecido de una lengua torpe casi muerta.

Sin embargo, como por orgullo, lo intentas,
adentrado en el parloteo de gestos atravesados,
miradas que hurgan en verdades funerales
y estas manos aladas que caen sin comunicar.

Silencio incómodo.

Al final la carga se ha vuelto más pesada
y el intento queda en un fallo total,
cuando sabes que pagas por un par de oídos,
dispuestos, atentos, expertos en el arte de escuchar.




Foto por SaVáz

sábado, 18 de marzo de 2017

De cara

Irse, caerse de cara sobre un lago tibio,
contando las burbujas sobrevivientes,
que algún dios olímpico no pudo devorar.
Esa imprudencia la traigo yo.

Es sentir las brasas bajo la cerámica,
cuando te enfría las yemas de los dedos
antes de empaparlos con esa ardiente;
caliente y voraz probada de éxtasis.

Sospecho, que el abismo de su boca,
lleva al estero de un paraíso inusitado
ataviado por alegres demonios osados,
mujeres fatales y anfibios de plástico.

Que dentro suyo el universo respira,
paladeando a quien apetezca nadar
en atrevido mutuo devoramiento de lenguas;
maratónica riña que voy dispuesto a no ganar.

Qué más da perder la carne por el alma
si por condición no necesito huesos
para perderme bajo tu llama en ámbar,
lúbrica de vulva, dulce miel sobre mis labios.

Irse, caer de cara sobre tu piel oleosa,
y quebrarme la sonrisa en tus poros,
diosa amante, puta gloriosa, amor cobarde
que escribió love con acento sobre mi carne.




Foto por SaVáz





jueves, 16 de marzo de 2017

La batalla de Abimael

Da la hora en punto y la multitud hace un círculo bordeando la fuente.

Una suerte de Houdini oaxaqueño con aspecto de chilango, ata sus manos, da un par de vueltas a una cinta adhesiva, de esas que usan los secuestradores y finalmente agrega una cadena con candado de combinación.  Claro, todo lo hace una edecán improvisada, alentada por sus papis que la acompañan.

Houdini, que realmente se llama Abimael, se sienta a la orilla de la fuente, casi todos guardan silencio, uno que otro murmullo y burlas en voz baja. Una niña mira con absoluta atención, mientras infla una bombita de chicle, que justo antes de rebasar su vista, revienta. El chico se deja caer de espaldas dentro de la fuente que se desborda, hace olas como si un tsunami miniatura aconteciera inundando la isla colosal del escapista. Poco a poco se hunde, sacando agua de la fuente evitando que los curiosos se acerquen de más.

Ahora sí un silencio total, gestos incrédulos, risas nerviosas, un anciano de sombrero, lanza una bocanada, con mirada a la indio Fernandez, como diciéndolo todo: A mi ni me sorprende.

Pasan unos segundos y el agua se va aquietando. La poca luz no deja ver lo que sucede al fondo, pero cada quien hace su versión de la batalla de Abimael y esperan a que asome la nariz, que pare la trompa para jalar aire o ya de plano que salga, con las manos libres y echando un escupitajo de agua puerca.

Como subiendo el volumen al televisor, la gente va ahuyentando al silencio con frases medio miedosas:

- Hay Dios ya se tardó
- Se habrá ahogado
- Ya pues, si esos aguantan harto
- Is good... esta bueno the guy?
- Ora tú, va’querer respiración de boca...
(risas)
- Cállense... creo que ya ni se mueve tú

Entonces varios chapotean el agua y se acercan a la fuente. Yo pedaleo con todas mis fuerzas y evito filtrar frase alguna del bullicio. Me alejo y casi consigo escuchar los alaridos y aplausos.

Llego a casa pensando que ese chico seguramente ya no estaba en el agua. Escapó y fuimos testigos de su maravilloso acto. No pudo ser de otro modo, pues yo vi sus ojos cuando estalló la bombita de la niña. Una sonrisa de ojos, un hermoso parpadeo de seguridad y el candado de plástico que me charoleó las pupilas.

Al día siguiente, los diarios lo confirmaron. El escapista Abimael por fin cumplió su cometido. 



Foto por SaVáz

martes, 14 de marzo de 2017

Sonata guerrera

Rápido, sin titubeos, en una incesante fiesta de destrucción. La sonata guerrera acompasando los chasquidos de pisadas desnudas sobre los charcos sangrientos, saltando mis moribundos que aún brincan como peces a orilla del río; peligrosos por los huesos astillados.

Los verdugos sonríen creyendo que todo es por el bien de mi alma. Su sonrisa oculta pero inolvidable, disimulada bajo el gesto de la prudencia y la justicia, corre tras de todos mis yo, impidiendo que lleguen a algún escondite, si es que en este mundo existe escondite alguno. 

Un acorde abre las nubes, de las que asoman bombarderos, que descargan cuerpos explosivos, llenos de ira, esparciendo el odio por todo mi mundo. Es la sonata guerrera del excluido; el alarido de un hijo que Dios extravió y que nunca aprendió las instrucciones de regreso. Si es que en este mundo existe regreso alguno. 

Hay flamas que rozan las nubes, trenes de fuego arrasando con los cuerpos cuidadosamente formados sobre las vías y la sangre atomizada nubla de rojo las calles sin nombre, dejando a los niños que quedan, chapeados y con los labios acidulados. El sabor a herrumbre de la sangre cuando abandona al cuerpo.

Entonces un único yo, aparentemente a salvo, piensa vivir en esta masacre iluminada, brincando los despojos míos y míos, con la confianza de sobrevivir a una peste anunciada. Quedarse simplemente quieto, hasta que el piano cese al fuego y las multitudes perezcan. Que sea el tiempo quien hable con esa franqueza que jamás ha ocultado.

También está la otra opción de brincar en el abismo a medio llenar de muertos, que sintiendo ser el único yo a salvo, brincaron aterrados de quedarse solos, cubriendo así la cuota de sangre atomizada, que mantiene en marcha esta sonata guerrera.


Pintura por SaVáz


lunes, 13 de marzo de 2017

Tarde de monos

Sólo es otra llovizna de marzo enjuagando las tejas del techo. 
Tendidos sobre el concreto, imaginamos un mono de Nazca trazando sobre el polvo húmedo su cola y piesmanos.

Te ríes de mis pies, porque piensas que yo dibujo un autorretrato y mi sonrisa torcida disimula que en realidad me basé en tus manos.
A la vista de todos, somos primitivos porque comemos chupándonos los dedos y seguimos usando sandalias tipo patas de gallo, cuando no vamos descalzos. Salvajes, sin clase y vestidos sin combinaciones rebuscadas, nos tendemos en el piso y cruzamos las piernas apilándolas uno sobre el otro, mientras el agua tibia de la llovizna, moja nuestras nalgas sin inmutarnos.

Me gusta la frescura de tu aliento, cuando el humo filtrado de ti, brinca de tus labios a los míos, llenándome con sus volutas, como colas de monos que corren despavoridos; mis pulmones, mis órganos silvestres, mi gesto primitivo de inventar rituales contigo.

Después de una fumadita, me cuentas anécdotas que nunca sucedieron, pero con ademanes y diferentes formas de mover los ojos, que parecen reales y a veces las creo. Me recuerdas a mi.

No sé como, no sé,  me hablas de decenas de monos subiendo por un árbol seco. Sospechas que huyen de algo, como en todas tus historias. Yo veo tu rostro y cuando me miras, muevo los ojos a otro lado, para que no creas que yo te creo todo.

Entonces, rápidamente te levantas y como suele ser, huyes. Huyes, no se a donde, ni por cuanto tiempo, pero sé que tu concepto de ir, implica en algún momento (tampoco sé cuando) volver.

Quedo entonces tendido, secándome al sol, mariguano, con la mirada fija, en esa flor reseca de nuestra sábila por la que decenas de monos huyen a no sé donde.


Foto por SaVáz

viernes, 10 de marzo de 2017

Imprudente e inaudita

Recibió con delicadeza la primer lluvia de marzo,
sacudiendo las cenizas que dejaron los fumadores,
embraveciendo el rojo oscuro y elegante de ayer.

La luz traspasa su membrana y palpita su ámbar,
haciéndome pensar en mis frases más trilladas,
colocándolas sobre su tierra de llamas y cenizas.

Ya no es la misma de ayer, la maltrecha y torcida;
es la planta roja que vive sin rejas ni protecciones,
cubriéndome los ojos del resplandor del viejo sol.

Planta imprudente e inaudita de pequeños labios,
corazones ardientes que el invierno no derribó;
la dueña permanente de mi patio interior.



foto por SaVáz

miércoles, 8 de marzo de 2017

Al remanso de la luna

Al remanso de la Luna,
el canto suave de tu aliento
va arrullando al universo
acunado en el horizonte.

Lo duerme y deja sereno
con la Certeza diaria
de ser devorado a la ráfaga
de tu mirada al despertar.



La Luna

martes, 7 de marzo de 2017

Saber jugar al mundo

Entre taladros, destornilladores y una pila de clavos;
el mapa del mundo desplegado en la esfera vintage, 
además del foco rojo parpadeante que "los doors" daban 
ritmo con olor a aceite automotriz. 

Un taller de imaginante que maseró ideas 
y formó su bizarra cultura, dio a ese niño zurdo 
la versión de un universo mejor, 
que supo edificar con ambas manos.

Alejado del otro, aprendió a ser yo.

Ahora sólo deseaba encontrar a quien compartirle
la fortuna de serlo todo sin prudencia ni mesura.
Quizá ser nadie para el mundo, 
pero jugar con él a dos manos,
consciente de que siempre hay alguien
con quien jugar a que el mundo no deje de moverse.



Mínima esperanza por SaVáz

lunes, 6 de marzo de 2017

Su ira, mi miedo

Estrelló su mano sobre el piso,
sonó un cuidado golpe que, pese a su tacto,
debió lastimar sus nudillos o su piel.

Se incorporó y de súbito, miró hacia mi.
Puede ser que no fuera a mi a quien su vista apuntara,
pero sentí un calor que irradiaban esas pupilas.

Como un ligero temblor,
disimulé su presencia, temeroso, inmóvil.
Minutos después de irse, su imagen sigue frente a mi.

No, no es realmente su imagen, sino que su irá
me sembró cierta necesidad inquieta de deseo;
haber estado aquel instante en su lugar:
arrojado, sin miedo y cautelosamente, 
estúpido.


sábado, 4 de marzo de 2017

La cuestión de cada día

Sin palabras con salsa, ni sangría jugosa,
el paisaje desde este tren, era una magra fruta
que ni los ojos más audaces podían digerir
o acaso encontrarle el lado bueno.

Burdo, salado y correoso,
pasaba una y mil veces la primera vez,
como ayer y como cada día, pasaba,
como una secuencia perfecta
que no logró distraerle en todo el trayecto.

Él no dejaba de pensar, como cada día,
la duda, la consigna, la sentencia:
¿Por qué conductor de tren?




jueves, 2 de marzo de 2017

Volvamos a mirar

Mirar es una acción mística, 
en la que sentimos al otro 
y dejamos que nos sienta 
a profundidad, sin tocarlo. 
Mirar, es un ritual que antecede 
al hombre y a la humanidad,
con diferentes grados de aproximación, 
enfoque, perspectiva.

No obstante, 
el culto ha perdido naturalidad y practicantes, 
llenando el vacío con muecas mudas, 
parpadeos de pose, arcos de ceja 
que no consiguen disparar 
una sola mirada expresiva,
expresiones de ojos que desnudan 
y tocan lastimando.

Volvamos a mirar sin veladuras de juicios, 
sin atentar contra el otro.
Rescatemos la naturalidad 
que nos invita a depositar en él o ella,
un trozo de alma rebanado por el viento.

Volvamos a mirar, sin mesura, sin censura,
sin prudencia, sin temor ni pena.
Volvamos a mirar sin aterrar; 
mirar sin terrorismo, sin tocar.
Volvamos a mirar, saboreando 
el recorrido del paisaje humano,
hasta que el trayecto nos lleve 
a encajar las pupilas 
en el molde de la reciprocidad.

Andemos, sin prisa ni miedos, 
hasta hundirnos en la delicia
de estrechar nuestras miradas.




El Ojo Errante, La Luna Plena






miércoles, 1 de marzo de 2017

Risa

Abrió un cierre de su valija y de adentro
se asomaba la cabeza de un títere.
Tenía un rostro de alegría que me hizo
soltar una sonora risa inusual.

Un enunciado de alegría total y breve,
muy breve, pero el más grande que había leído 
al interior del cierre de una valija,
que hizo a mi risa brotar súbitamente.

Entonces subí la vista y ahí estaba,
ese rostro impresionante e inverosímil,
como una réplica identica al títere,
quizá viceversa.

Siempre quise decir: El chiste se cuenta solo.



Todo el tiempo



Todo el tiempo hace daño, todo el tiempo y de golpe,
atorado en la garganta media y reventándome los oídos 
como el rumor de una primavera que no llega.
Como oscuridad de pozo seco, inexistente de la mirada,
ajeno a la nada y todo, todo el tiempo.

Todo el tiempo llegó junto, todo el tiempo,
sin freno que hiciera leve su sereno transcurrir
que me empeñé en llenar deprisa, de prisa.

Vino la noche, la tarde y el día. 
Vinieron todos con sus similares de a diario,
insistiendo en mi puerta todo el día hasta entrar
en mi pecho con un golpe de ira.

Todo, todo el tiempo me hace daño, todo el tiempo.
Acaricio de apatía sus segundos y sus ojos de alba
miran celdas de pestañas sobre esta quemada palidez
que adorna la superficie de mis mejillas.

Sandía, girasoles, chapulines, todo efecto natural
traspasa mi hierro; hierro debil, resuelto, oxidado,
templado al frío nocturno en que parece estacionarse todo,
todo el tiempo, todo el tiempo.

Entonces, sueño en que en un bache del tiempo,
sin prisa, abominable y absoluto, 
le caiga al tiempo todo el espacio encima;
quedarme sin tiempo, en un letargo móvil,
en su arista más tranquila.