en la que sentimos al otro
y dejamos que nos sienta
a profundidad, sin tocarlo.
Mirar, es un ritual que antecede
al hombre y a la humanidad,
con diferentes grados de aproximación,
enfoque, perspectiva.
No obstante,
el culto ha perdido naturalidad y practicantes,
llenando el vacío con muecas mudas,
parpadeos de pose, arcos de ceja
que no consiguen disparar
una sola mirada expresiva,
expresiones de ojos que desnudan
y tocan lastimando.
Volvamos a mirar sin veladuras de juicios,
sin atentar contra el otro.
Rescatemos la naturalidad
que nos invita a depositar en él o ella,
un trozo de alma rebanado por el viento.
Volvamos a mirar, sin mesura, sin censura,
sin prudencia, sin temor ni pena.
Volvamos a mirar sin aterrar;
mirar sin terrorismo, sin tocar.
Volvamos a mirar, saboreando
el recorrido del paisaje humano,
hasta que el trayecto nos lleve
a encajar las pupilas
en el molde de la reciprocidad.
Andemos, sin prisa ni miedos,
hasta hundirnos en la delicia
de estrechar nuestras miradas.
El Ojo Errante, La Luna Plena |
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