martes, 19 de diciembre de 2017

Millones de miradas

Animada por insectos que se alborotan dentro suyo, consigue dar un par de pasos para alcanzar meticulosamente y en silencio, el anillo de plata; antigüedad que hizo suya tras la ganga de un Tonayán, una "paleteada" con vietnamita negra y la cita peligrosa con una chica de seda y rombos sobre las piernas.
Casi abatida, logra desprender un seguro artificioso que sostiene la mitad de una gema, podría ser una simple tapa de resina con efecto de piedra preciosa. De una cavidad de unos cinco milímetros de circunferencia y poco más de profundidad, brota una chispa que al reflejo sobre sus ojos se distingue como un frote de esperanza; como una brisa radioactiva hecha para salvarla en casos de muerte inminente.
Todo el apartamento será calcinado de súbito, pero su cuerpo permanecerá frío, terso y pleno.
Sin miedo ni dolor, moribunda por el gas que la intoxicó, es como da inicio el asesinato de los insectos que dieron pasos al siniestro ser de millones de miradas.












miércoles, 6 de diciembre de 2017

Milenial

Tal es la fuerza de su imagen, que como esos círculos de luz que uno
visualiza al cerrar los ojos, no puedo dejar de mirarle y experimentar
la impotencia de no poder deshacerme de ella.
Una adolescente drogada que no rebasa los veinticuatro años (bueno,
habemos adolescentes de treinta y seis), con una cabellera pajosa de
un lacio quebrado por, quizá, un par de días sin ducha. De pómulos
saltones que estiran la piel de su rostro hasta que parece a punto de
reventar.
Jamás sospeché que se me acercaría, sobre todo, después de oír su voz
aniñada decir que le cagaban los pseudos intelectuales que se sientan
a escribir y miran a los milenials con una sonrisa de desprecio
disimulado.
Timoteo ladró llamando su atención y no dejaba, ella, de mirar hacia
donde intentaba calmar a mi perro que chillaba mientras una perrita
pasaba a lo lejos.
Se acercó con un ademán de pequeña y cara de inocente, pidiendo mi
aprobación para consentir a Timo. Asentí con la cabeza mientras un no,
rondaba mi mirada, mis ojos no evitaban disparar sobre la mugre de sus
manos de un niño que recién hizo unos pastelillos de lodo, con esas
perfectas medias lunas negras, entre la piel y las uñas.
Esta chica, que hace unos minutos, entre el humo de la caca de chango
más rancia y su sosa voz, me despreciaba; que sin necesidad de estar
en esas condiciones, se notaba alegre, entre el grupo de fumetas, con
brazos apesadumbrados y voces de chicos pseudos rebeldes que hablan
pestes de la poesía de Neruda y alaban a Isabel Allende.
Cómo es posible que esta criatura olvidada de sí misma, pudiera, entre
las caricias a Timoteo y miradas a su grupo para no ser descubierta,
mostrar a propósito su escote exhibiendo su desnutrido seno, sin
embargo joven y sonreírme diciendo en voz baja esa frase tan brutal,
tan persuasiva y elocuente.
Los labios secos como las fibras de mis huesos, con un frío inusual,
me impidieron, me paralizaron.
Quedé por unos segundos en un estado vegetativo, por el tremendo
acierto de cada una de las palabras que perfectamente organizadas y
con una voz nada infantil, profirió para agregarse al viento en su
estupenda libertad, la joven yonqui, fumeta pequeño burguesa de lunas
negras entre la piel y las uñas.
Nunca subestimes a un milenial.






lunes, 20 de noviembre de 2017

Miedo

Todo, absolutamente todo le había sido dado por la vida sin esfuerzo alguno.
Casi bastaba con pensarlo para conseguirlo. Como si una caja de seguros, de acertijos mecánicos, se organizara en un acomodamiento perfecto a cada paso que daba.
No obstante, él no deseaba algo en exceso. Vivía sin interés alguno por atiborrarse de objetos, bienes, dinero. Sin intensión alguna, pese a lo sencillo que era, de acumular romances, viajes de aventura o algún tipo de erudición.
La comida, ese, ese era un placer que no le exigía mayor empeño y no aceptaba comer sin hambre.
Alimentar al alma era un ritual cotidiano imprescindible y promover sus ideas, emociones, sensaciones; eso era su religión.
Pero digamos, que había un rincón dentro suyo que permanecía vacío.
Ni el amor tan grande e inagotable que mantenía la atención de cada segundo en su vida, podía rozar ese leve pero elemental espacio; espacio vacío, ardiente oscuridad que la experiencia no lograba descifrar.
Entonces, repentinamente, como suele ser la llegada de los sucesos trascendentes, algo arribó al punto cero.
El miedo, ese era el gran tesoro que no había conseguido con facilidad. Así, también repentinamente, se abrazó al miedo como un hermano perdido y encontrado, como una tormenta a la que sus áridas tierras no despreciaban.
Fue más allá de sólo abrazarle, cuando acogía a su miedo resultando ser más grande de lo que pensó
Expulsó poco a poco cada contenido precioso que con tanta facilidad le había brindado la vida.
Entonces perdió el hambre, perdió los sueños, expulsó a su propia alma y sólo el amor restaba cuando descubrió su error.
Podríamos decir que como en casi todas estas historias donde aún predomina el amor, sólo eso, solo, podría salvarlo.
Tal vez...







martes, 14 de noviembre de 2017

Sin redención

Estacionado en el cajón más sucio de un estacionamiento vacío.
Con el temor entre los ojos y la llama calcinante recogiendo el temple de las costillas; se contraen, se expanden.
Todo movimiento remueve las brasas, excitando al cadaver que no aprendió a pudrirse, bautizando por segundos a una población de células abandonadas. Les da su propio nombre con apellidos de agonía, en tanto se bañan en la espesura, que pudiera ser a lo sumo, de tu sangre vaporosa que aún cubre sus dedos.
Meses atrás, corre el rumor, de un tal cancerbero lustrando sus botas con dicha sangre, gelatinosa, grumosa, lasciva pero nunca pútrida.
Tendido como lámina que nombra una calle; frío rótulo que deletrea un crimen. Exvoto inaceptable del delirio que la estupidez acumulada vomitó, sobrevive esa noche, cuando sus latidos espantan todo anhelo,  crispan la piel, los dedos sin tacto, los ojos sin sueño, abiertos como vientres de sapo irrigando miedo por las venas y cada diente que oculta el temor de dejarse ir, cuando la culpa le mira.








Emisarios del tiempo vencido

Protagonistas de cada segundo que tortura,
al tic tac de una inminente destrucción.
Palabras de una noche de regreso,
en sintonía con la daga que atraviesa el linde de mi piel,
furiosa daga, dragón de miel salada.
Consciencia de boxeador malherido,
que en un encuentro furtivo derrochó el empeño de una vida perdido,
perdiendo a trozos el corazón.
Llegada al extremo prometido,
sin ánimo,
sin voz y con el olvido encendido
que un tirano astuto nos vendió
como alimento de gigantes aprendiendo a cazar.
Legado del lego asesino que nos impulsó
a rozar un viento con veneno escondido.
Renta intermitente, pago de cuerpos que por años eludieron el mal clima
y yacen postrados a un andar que aniquila sus despojos;
que mata sus muertes acumuladas y las sepulta en el olvido,
sin terminar con el duelo jamás.
Barriles llenos en la cava pobre de un licor que se añeja en el exilio
para el goce eterno de sus emisarios,
los emisarios del tiempo vencido.





martes, 7 de noviembre de 2017

Cerca

Con los pies expuestos al borde de heladas rocas,
rostros resecos de burlas y muecas inmóviles
pese a clamar el cese de las llamas,
llenan de caricias mi piel que no se inmuta.

Vine al infierno a encender la antorcha guía,
esta que ahora ilumina mis pasos
enseñándome a sonreírle al miedo
que es mi sombra y el vacío en mis pupilas.

Sobrevivir con tu hiedra plantada en el pecho,
disimulando el ardor que reposa en mis pestañas
por aquel moribundo y aferrado cazador
que envolvió a mi hijo en telarañas.

Soy un accesorio del pasado más cercano,
un pendiente fino que irrita tu garganta,
soy mi carcel celebrando la sentencia
de ver mi alma vagar en el putrefacto cuerpo,
sin morir.






sábado, 30 de septiembre de 2017

Al hablar

En las horas del silencio más terrible y doloroso,
es el tiempo de los adjetivos escritos sin dificultad,
en la estampa de una diosa sobre el muro clavada,
yace el gesto vergonzoso reflejado de mi terquedad.

Nunca tuve palabras menos justas a mi alma dadas
ni calma más inerte que la de estos diez minutos,
porque la vida me dibujo una herida sin piedad,
arrasando con mis delirios, mis temblores y mis sustos.

Estas son las letras de una boca llena de errores al hablar,
son las palabras configuradas para no dolerme más,
serán el recuerdo de mi mente abierta al mundo

y mi clausura absoluta de esta tierra que no deja de temblar.


martes, 5 de septiembre de 2017

Atrapado

Piensas que rebanando el humo que su paso deja, podrás observar cada cierre de obturación veloz y rapaz. Eres la criatura quieta y casi extinta que los ojos agudos reconocen sin nombrar.

Máquinas abastecidas de un conocimiento obsoleto te analizan; exploran cada perspectiva de tu voluptuosidad. Con esa ceguera de luz palpando la nada, te expandes sobre el iris quemando al fondo tu humanidad, para un libro vasto, repleto de historias imaginadas construyendo una realidad fácil de afrontar.

Entonces, al alzar la vista por sobre el humo, adviertes copias exactas de él, de ella, de ti, jugando a que saben, ignorantes de aquello que evitan preguntar.

Te descubres junto a todos llenando el espectáculo y colaborando ahí detrás, en el caudal de los sentidos que, sin sentido, el fotógrafo supone atrapar.

Iluso, compras y te vendes la idea con toda tu fe, de escapar un instante de la escena, al postrarte tras la lente, el as y la velocidad.



lunes, 4 de septiembre de 2017

El minúsculo gigante

Y aún se esconde, como quizá deba hacerlo por el resto de sus días. Esos rostros que quiso y que algún día le acunaron en su entorno, lo protegieron como a un gigante que intentó devorarlos; persisten y acuden a su clausura, de un fuego nunca suyo, de un sitio que se derrumba y del que pende, como un escalador que se aferra con la punta de los dedos, a una roca a punto de aplastarlo.
Se esconde de sus risas, de esas hermosas miradas de un poder sin igual en todo el mundo, de sus voces que estallan como furiosas olas en la cabeza del navio no deseado; del gigante que se hace minúsculo, de la peste, de la vilis, del humor negro y todo aquello que dolió y ahora la leve risa expone como idea intrascendente de un pseudo familiar ausente, para siempre, jamás.






domingo, 16 de julio de 2017

Por siempre

Mientras le daba un abrazo entre heridas y dolor, le contaba, que puede ser que en algún momento, uno cometa actos de estupidez, de coraje; un arranque gobernado por el ego, pero nunca, en ninguna vida, podía haber cabida para ser cobarde.

Replegarse a la trinchera para reorganizar las tropas, las neuronas, la estrategia, es entendible, sólo bajo la consigna, de continuar luchando por el más entrañable ideal.

En esta vida, que es la única, hasta donde tengo Certeza, seamos valientes en tanto la inteligencia y el corazón nos puedan mantener en pie; toda, toda la vida. Entonces podremos disfrutar del maravilloso espejismo de la libertad, por siempre.



jueves, 13 de julio de 2017

MI KREMLIN

Ya me han cuestionado el por qué paso horas sentado en las escaleras de "Sangre", junto a los vagos, hippies de juguete, la señora tienda y el hombre escultura. Por qué en el lugar más incómodo, me exhibo como un vago más con el performance que hacemos entre mi perro y mis cabellos enrollados, alborotados por el viento y mis pies negros de sol.
Desde mis primeros días en Oaxaca busqué un lugar que pudiera hacer mio y cerca de casa, donde establecer mi base de operaciones visuales y sitio específico para escribir.
Hallé unos tres o cuatro. En el Zócalo, en el jardín banqueta de "Los siete principes", en el café "Los Cuiles" de no muy buen servicio pero sillas cómodas, unos más quizá y este, mi Kremlin en las escaleras de "Sangre de Cristo".
Tal como un vago, me tiendo en los escalones, con alguna libreta y bolígrafos, la mochila que carga con mi café, algún pan, comida para perro y en mi cabeza, todo un arsenal de enunciados.
Me gusta sentarme ahí, no sólo por la vista, la iluminación nocturna y los cigarrillos siempre a la mano, sino porque aunque pasa mucha gente que conozco, a la mayoría le da pena acercarse a saludar a alguien que parece un vago.
Entonces sólo estiran la mano o sonríen. Los más entrañables se acercan sin dudar, pero muy pocas veces.
Claro que no me molesta el disimulo de mis amigos, que realmente me sirve para no distraerme y entregarme a mi tarea; escribir, escribir páginas de basura silábica, de residuos disfrazados de totalidad, de medias mentiras y nunguna verdad. Ese es el fin sin propósito y por eso este es el mejor sitio para hacerlo.
Hay otros lugares para el resto de la vida. Pero este es parte de la disciplina. Escribir con viento en la espalda, con el cabello revoloteando, Timoteo encadenado a mi pierna, el café frio, moscos, tijerillas (sin exagerar). Eso si mantiene los sentidos alerta, para escribir reflexionando, emocionándome, sintiendo desde los poros.
Me gusta encontrar el lado rudimentario en lo civilizado. Dejarse perder la pose o el estilo y escribir sosteniendo la libreta como si fueran a arrebatarla de mis manos, que la estrujan haciendo pliegues en su forro; cargándola de mi energía. Hojas dobladas por un ventarrón. Mi mano izquierda enchuecada cuyos dedos cayosos, pese a los años, no consiguen escribir cómodamente y hacen las letras patas p'arriba.
A veces me descubro haciendo más performance que el que quiero evitar. Escribiendo de cabeza, con las rodillas juntas y retorcidas, una pierna más estirada que la otra, porque Timo se jala a oler a otro perro. Las hojas aleteando, mi cara de encabronado y una colilla aferrada a mis labios o mis labios aferrados a ella.
Así nacen estos relatos cortos, breves porque me apresuro a terminar mi vómito antes de congelarme, me muevo un poco y continuo la incesante lluvia de ideas, que ha de escurrirse hacia la pintura, otras palabras o reflexiones simples que sirven a mi alma para que esos demonios en las calles o en mi habitación me encuentren con fuerza para seguirlos combatiendo.
Si algún día me vez por ahí, no te preocupes por la educación y buenos modales. Continua tu camino sin interrupción.
Ya encontraremos algún sitio juntos; un lugar de encuentros y despedidas, de celebraciones o charlas donde tal vez te lea una de estas historias sin finalidad, ni complejidad alguna, pero que son hechas para compartirme con algunos de aquellos que hoy pasaron y puede ser que alzaran la mano, sólo me vieran o ni me advirtieron.
Este es mi KREMLIN, mi escalón de Sangre.

domingo, 9 de julio de 2017

Tus historias vienen

Se acercan tantas historias de ti que llenarán de hojas las calles. Merodeando los huajes de Santo y las escaleras de Sangre.
Son tu juventud y los cantos o, quizá deba decir, los gritos de una libertad que apenas viene. El brinco de una barda pequeña, que mañana verás aun más chica.
Yo escucho esas historias que vienen rebanando el aire, haciéndola bufar, colándose desde todos los rincones de oaxaca y hasta cada rincón en todo el mundo.
Cuando ya nada pueda contenerlas y ellas lo contengan todo; toda tu y la juventud harán cantar a los vientos del mundo, su explosión.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Arrojo y Palpitar

Hay una serie de palabras que me he encargado de hacer arder, de quemarlas, de trillarlas hasta volverlas un símbolo que me identifica.

Entre esa veintena de palabras, dos han ido más allá de simples conceptos con que pretenda una profundidad que quizá no he conseguido; son arrojo y palpitar.

Asumo al arrojo como aventurarse a explorar mundos, hurgar en otras cabezas afinidades y desatinos, ideas y dogmas para refutarles y dudar, edificando una visión del universo propia, arrojado al mundo como diría Heidegger.

Palpitar, es para mi, actuar explotando lo que somos, con franqueza y sin temor; vaciar toda mi energía en cada proyecto, por sobre las pretensiones y la especulación. Seguir entonces, el impulso del alma que da sentido a la consciencia.

La única norma impuesta es la que la experiencia invita a seguir.

Al transcurrir del tiempo, este par de palabras se personificó. Puede ser que hasta ahora, ellas mismas desconozcan el significado que las envuelve.

De tal suerte, la Luna que permanece a mi vista todo el día y cuya sonrisa ha iluminado mis noches más tenebrosas, se convirtió en mi Arrojo; incesante arrojo de flamas plateadas en autopoiética filigrana.

Por otro lado, mi Palpitar, llegó a mi con esos hermosos pendones rizados bañados de sol. La oscuridad del infinito resguardando la luz eterna, para siempre, mi Certeza única de oro rojo.

Que maravilla; la Luna y la Certeza, dan energía e impulso a mi vida, convergiendo pese a las oscilaciones, en un mismo camino. Somos los Convexos.

Por eso me obstino a la aventura del arrojo y palpitar, deseando Ser algún día, rebasar su propio concepto, algo más que un sujeto en sus oraciones, algo más que un muestreo de vida.

Ser, sin invitarlas a que lo digan, una profundidad personal que no quepa en diccionario alguno.

Quizá lo soy, como ellas, sin saberlo.




sábado, 1 de abril de 2017

De otra era

Era de otra era,
de pezones perforados 
y tatuajes decodificados.

Mejillas retocadas por el kolinsky más fino,
pestañas rizadas con la cuchara repostera de plata;
rabiosas y elegantes,
como un felino que seduce,
rasga con las garras de su mirada
y luego muerde.

Quizá ella no me recuerde,
pero yo no la olvido,
sentada, ahí, con una rosa marchita en la mano
a la orilla del quicio en que aterrizó mi ego herido.
Con una kloster, 
que a la luz de la vecindad compartimos.

Era de otra era,
con ligueros bien sujetos y broche de baquelita,
que agrietaron a mis caninos, 
en un encuentro cara a cara.
Una escena muy rara
a los ojos de la anciana
que nos espiaba por una ventana,
en aquel remanso de una entrada.

Aun tengo rastros de una frase suya,
arañada en mi espalda,
con la ortografía furiosa de su mirada.
Te la enseñaría, 
pero temo que al verla se gaste
y así perder lo único que conservo de ella,
además del anillo de fantasía que dibujó en mi cama.



Foto por Ojo Errante




viernes, 31 de marzo de 2017

Tu cruz de piedra

Llegué a tu cruz de piedra
maldiciendo a contra luz,
tu silueta, contorneada bugambilia;
qué sería de mi y de tu vigilia,
sin tu sombra sosteniendo mi ataúd.

Pasando por la esquina de tu casa
huelo el humo que de tus labios huyó,
tembloroso, sospecho, se aproxima,
porque sabe que esta herido como yo.

Navegar en ti y salir huyendo
ha sido siempre tu rúbrica mi amor.
Sin embargo, compartimos tu ventana
de lágrimas, cenizas y dolor.

Llegué a tu cruz de piedra
maldiciendo a contra luz,
tu figura, dibujada como daga,
detrás de ti y la noche que no embriaga
como un beso por correo que no llegó.

Pasando por la esquina de tu casa
un hombre cabizbajo me sonrió,
sería de ti, intuyo, un verso nuevo
que tu firma sobre mis ojos notó.

Navegar en ti y salir huyendo
ha sido siempre tu rúbrica mi amor.
Sin embargo, soy yo quien está libre
de lágrimas, remiendos y tu cruz.




Foto por SaVáz





martes, 28 de marzo de 2017

Psicóloga

Hay charlas incómodas como esta hoja de atrás,
como las ideas imprudentes que debieron callar,
como mocasines lustrosos asoleados del verano,
como las sandalias heladas en la navidad.

A veces parece que uno sólo debe encararlas,
escuchar y escuchar con mirada fija.
El problema emerge cuando se trata de sílabas,
enmudecido de una lengua torpe casi muerta.

Sin embargo, como por orgullo, lo intentas,
adentrado en el parloteo de gestos atravesados,
miradas que hurgan en verdades funerales
y estas manos aladas que caen sin comunicar.

Silencio incómodo.

Al final la carga se ha vuelto más pesada
y el intento queda en un fallo total,
cuando sabes que pagas por un par de oídos,
dispuestos, atentos, expertos en el arte de escuchar.




Foto por SaVáz

sábado, 18 de marzo de 2017

De cara

Irse, caerse de cara sobre un lago tibio,
contando las burbujas sobrevivientes,
que algún dios olímpico no pudo devorar.
Esa imprudencia la traigo yo.

Es sentir las brasas bajo la cerámica,
cuando te enfría las yemas de los dedos
antes de empaparlos con esa ardiente;
caliente y voraz probada de éxtasis.

Sospecho, que el abismo de su boca,
lleva al estero de un paraíso inusitado
ataviado por alegres demonios osados,
mujeres fatales y anfibios de plástico.

Que dentro suyo el universo respira,
paladeando a quien apetezca nadar
en atrevido mutuo devoramiento de lenguas;
maratónica riña que voy dispuesto a no ganar.

Qué más da perder la carne por el alma
si por condición no necesito huesos
para perderme bajo tu llama en ámbar,
lúbrica de vulva, dulce miel sobre mis labios.

Irse, caer de cara sobre tu piel oleosa,
y quebrarme la sonrisa en tus poros,
diosa amante, puta gloriosa, amor cobarde
que escribió love con acento sobre mi carne.




Foto por SaVáz





jueves, 16 de marzo de 2017

La batalla de Abimael

Da la hora en punto y la multitud hace un círculo bordeando la fuente.

Una suerte de Houdini oaxaqueño con aspecto de chilango, ata sus manos, da un par de vueltas a una cinta adhesiva, de esas que usan los secuestradores y finalmente agrega una cadena con candado de combinación.  Claro, todo lo hace una edecán improvisada, alentada por sus papis que la acompañan.

Houdini, que realmente se llama Abimael, se sienta a la orilla de la fuente, casi todos guardan silencio, uno que otro murmullo y burlas en voz baja. Una niña mira con absoluta atención, mientras infla una bombita de chicle, que justo antes de rebasar su vista, revienta. El chico se deja caer de espaldas dentro de la fuente que se desborda, hace olas como si un tsunami miniatura aconteciera inundando la isla colosal del escapista. Poco a poco se hunde, sacando agua de la fuente evitando que los curiosos se acerquen de más.

Ahora sí un silencio total, gestos incrédulos, risas nerviosas, un anciano de sombrero, lanza una bocanada, con mirada a la indio Fernandez, como diciéndolo todo: A mi ni me sorprende.

Pasan unos segundos y el agua se va aquietando. La poca luz no deja ver lo que sucede al fondo, pero cada quien hace su versión de la batalla de Abimael y esperan a que asome la nariz, que pare la trompa para jalar aire o ya de plano que salga, con las manos libres y echando un escupitajo de agua puerca.

Como subiendo el volumen al televisor, la gente va ahuyentando al silencio con frases medio miedosas:

- Hay Dios ya se tardó
- Se habrá ahogado
- Ya pues, si esos aguantan harto
- Is good... esta bueno the guy?
- Ora tú, va’querer respiración de boca...
(risas)
- Cállense... creo que ya ni se mueve tú

Entonces varios chapotean el agua y se acercan a la fuente. Yo pedaleo con todas mis fuerzas y evito filtrar frase alguna del bullicio. Me alejo y casi consigo escuchar los alaridos y aplausos.

Llego a casa pensando que ese chico seguramente ya no estaba en el agua. Escapó y fuimos testigos de su maravilloso acto. No pudo ser de otro modo, pues yo vi sus ojos cuando estalló la bombita de la niña. Una sonrisa de ojos, un hermoso parpadeo de seguridad y el candado de plástico que me charoleó las pupilas.

Al día siguiente, los diarios lo confirmaron. El escapista Abimael por fin cumplió su cometido. 



Foto por SaVáz

martes, 14 de marzo de 2017

Sonata guerrera

Rápido, sin titubeos, en una incesante fiesta de destrucción. La sonata guerrera acompasando los chasquidos de pisadas desnudas sobre los charcos sangrientos, saltando mis moribundos que aún brincan como peces a orilla del río; peligrosos por los huesos astillados.

Los verdugos sonríen creyendo que todo es por el bien de mi alma. Su sonrisa oculta pero inolvidable, disimulada bajo el gesto de la prudencia y la justicia, corre tras de todos mis yo, impidiendo que lleguen a algún escondite, si es que en este mundo existe escondite alguno. 

Un acorde abre las nubes, de las que asoman bombarderos, que descargan cuerpos explosivos, llenos de ira, esparciendo el odio por todo mi mundo. Es la sonata guerrera del excluido; el alarido de un hijo que Dios extravió y que nunca aprendió las instrucciones de regreso. Si es que en este mundo existe regreso alguno. 

Hay flamas que rozan las nubes, trenes de fuego arrasando con los cuerpos cuidadosamente formados sobre las vías y la sangre atomizada nubla de rojo las calles sin nombre, dejando a los niños que quedan, chapeados y con los labios acidulados. El sabor a herrumbre de la sangre cuando abandona al cuerpo.

Entonces un único yo, aparentemente a salvo, piensa vivir en esta masacre iluminada, brincando los despojos míos y míos, con la confianza de sobrevivir a una peste anunciada. Quedarse simplemente quieto, hasta que el piano cese al fuego y las multitudes perezcan. Que sea el tiempo quien hable con esa franqueza que jamás ha ocultado.

También está la otra opción de brincar en el abismo a medio llenar de muertos, que sintiendo ser el único yo a salvo, brincaron aterrados de quedarse solos, cubriendo así la cuota de sangre atomizada, que mantiene en marcha esta sonata guerrera.


Pintura por SaVáz