martes, 7 de noviembre de 2017

Cerca

Con los pies expuestos al borde de heladas rocas,
rostros resecos de burlas y muecas inmóviles
pese a clamar el cese de las llamas,
llenan de caricias mi piel que no se inmuta.

Vine al infierno a encender la antorcha guía,
esta que ahora ilumina mis pasos
enseñándome a sonreírle al miedo
que es mi sombra y el vacío en mis pupilas.

Sobrevivir con tu hiedra plantada en el pecho,
disimulando el ardor que reposa en mis pestañas
por aquel moribundo y aferrado cazador
que envolvió a mi hijo en telarañas.

Soy un accesorio del pasado más cercano,
un pendiente fino que irrita tu garganta,
soy mi carcel celebrando la sentencia
de ver mi alma vagar en el putrefacto cuerpo,
sin morir.






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