martes, 14 de noviembre de 2017

Sin redención

Estacionado en el cajón más sucio de un estacionamiento vacío.
Con el temor entre los ojos y la llama calcinante recogiendo el temple de las costillas; se contraen, se expanden.
Todo movimiento remueve las brasas, excitando al cadaver que no aprendió a pudrirse, bautizando por segundos a una población de células abandonadas. Les da su propio nombre con apellidos de agonía, en tanto se bañan en la espesura, que pudiera ser a lo sumo, de tu sangre vaporosa que aún cubre sus dedos.
Meses atrás, corre el rumor, de un tal cancerbero lustrando sus botas con dicha sangre, gelatinosa, grumosa, lasciva pero nunca pútrida.
Tendido como lámina que nombra una calle; frío rótulo que deletrea un crimen. Exvoto inaceptable del delirio que la estupidez acumulada vomitó, sobrevive esa noche, cuando sus latidos espantan todo anhelo,  crispan la piel, los dedos sin tacto, los ojos sin sueño, abiertos como vientres de sapo irrigando miedo por las venas y cada diente que oculta el temor de dejarse ir, cuando la culpa le mira.








No hay comentarios: