En las horas del
silencio más terrible y doloroso,
es el tiempo de
los adjetivos escritos sin dificultad,
en la estampa de
una diosa sobre el muro clavada,
yace el gesto
vergonzoso reflejado de mi terquedad.
Nunca tuve
palabras menos justas a mi alma dadas
ni calma más
inerte que la de estos diez minutos,
porque la vida me
dibujo una herida sin piedad,
arrasando con mis
delirios, mis temblores y mis sustos.
Estas son las
letras de una boca llena de errores al hablar,
son las palabras
configuradas para no dolerme más,
serán el recuerdo
de mi mente abierta al mundo
y mi clausura
absoluta de esta tierra que no deja de temblar.