miércoles, 1 de marzo de 2017

Todo el tiempo



Todo el tiempo hace daño, todo el tiempo y de golpe,
atorado en la garganta media y reventándome los oídos 
como el rumor de una primavera que no llega.
Como oscuridad de pozo seco, inexistente de la mirada,
ajeno a la nada y todo, todo el tiempo.

Todo el tiempo llegó junto, todo el tiempo,
sin freno que hiciera leve su sereno transcurrir
que me empeñé en llenar deprisa, de prisa.

Vino la noche, la tarde y el día. 
Vinieron todos con sus similares de a diario,
insistiendo en mi puerta todo el día hasta entrar
en mi pecho con un golpe de ira.

Todo, todo el tiempo me hace daño, todo el tiempo.
Acaricio de apatía sus segundos y sus ojos de alba
miran celdas de pestañas sobre esta quemada palidez
que adorna la superficie de mis mejillas.

Sandía, girasoles, chapulines, todo efecto natural
traspasa mi hierro; hierro debil, resuelto, oxidado,
templado al frío nocturno en que parece estacionarse todo,
todo el tiempo, todo el tiempo.

Entonces, sueño en que en un bache del tiempo,
sin prisa, abominable y absoluto, 
le caiga al tiempo todo el espacio encima;
quedarme sin tiempo, en un letargo móvil,
en su arista más tranquila.







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