sacudiendo las cenizas que dejaron los fumadores,
embraveciendo el rojo oscuro y elegante de ayer.
La luz traspasa su membrana y palpita su ámbar,
haciéndome pensar en mis frases más trilladas,
colocándolas sobre su tierra de llamas y cenizas.
Ya no es la misma de ayer, la maltrecha y torcida;
es la planta roja que vive sin rejas ni protecciones,
cubriéndome los ojos del resplandor del viejo sol.
Planta imprudente e inaudita de pequeños labios,
corazones ardientes que el invierno no derribó;
la dueña permanente de mi patio interior.
foto por SaVáz |
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